martes, 12 de julio de 2016

Días de aeropuerto


Recuerdo la primera vez que me subí a un avión; estaba ansiosa.   Me senté en la ventanilla a ver todo el movimiento.  Se me acerco un hombre y me pregunto si ese era mi asiento.   Yo dije que sí, aun sabiendo que mi boleto decía pasillo; no quería perder nada de esa experiencia. Desde ese primer día me enamoré de volar, pero sobre todo, lo que vi en el aeropuerto. Ese momento fue toda una experiencia y no quise perder ni el último detalle.  Aun desde la ventanilla hacia un recuento de lo que me había tocado ver y lo mejor fue el poder contemplar todo desde el cielo.

Es cierto que nunca duerme y que cobra furia durante las horas pico.  Huele a perfume y a café.  Aun en días de frío es bastante cálido, no importa si es temprano o ya avanzo la tarde. Siempre verás gente yendo y viniendo.  Personas leyendo, durmiendo, platicando con alguien o con ellos mismos.  Muchas personas metidas en sí mismos y su smartphone, tablet o laptop. Azafatas y pilotos caminando en grupos como lo hacen las aves que migran.  Muchas tiendas abiertas, como un eterno nueva York que nunca duerme.  Ves caras preocupadas, felices, relajadas, tristes; es increíble como puedes ver tantas emociones en un mismo lugar y en todo momento.


La experiencia de volar es definitivamente una de mis preferidas por tantas razones, pero sobre todo porque te permite ver el mundo aún sin despegar.


Como seguimos de viaje… les platicaré más adelante la historia de Kipling y además un par de tips para hacer tu maleta.  Sé que te servirán, no importa si es de placer o viaje de negocios.

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